«Papá, explícame para qué sirve la historia», pedía hace algunos años a su padre, que era historiador, un muchachito allegado mío [...]. Algunos pensarán que es una fórmula ingenua; a mí, por el contrario, me parece del todo pertinente. El problema que plantea el muchacho con la embarazosa desenvoltura de esta edad implacable es nada menos que el de la legitimidad de la historia»
Las respuestas de los historiadores a la cita de Marc Bloch [...] han sido diversas: para comprender el presente conociendo el pasado y poder, en definitiva, saber leer un periódico situando las cosas que hay detrás de las palabras (P. Vilar); para obtener de la combinación entre el pasado y el presente una proyección hacia el futuro, un proyecto social (J. Fontana); para tener una visión equilibrada de los hechos y no desorbitar el presente de cada día ni dejarnos devorar por él (Tuñón de Lara)...
No me resisto a señalar especialmente la conocida respuesta de Collingwood: «Mi contestación es que la historia es para el autoconocimiento humano [...] Conocerse a sí mismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en ese sentido lo que el hombre es»
SÁNCHEZ PRIETO, S. (1995). ¿Y qué es la historia? Reflexiones epistemológicas para profesores de secundaria. Madrid: Ed. Siglo XXI, pp.27-28
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